Todo comenzó en la semana, cuando después de tanto llamar (léase
también hinchar), conseguimos la entrevista con Rodrigo Bilbao, entrenador de Club Atlético Ferrocarril Midland, para el lunes 6 de noviembre.
Midland entrenaba en su predio en Libertad, ubicado en las
calles Marco Sastre y Fray Luis Beltrán. Para comenzar el viaje, el punto de
encuentro fue la estación de Merlo. Todos llegamos a tiempo. Como siempre el
dueño del auto llegó un rato antes. Mates de por medio comienza el viaje a
Libertad. Sus calles a medio hacer y llenas de pozos se cobran la primera
víctima, la pobre rueda trasera del lado derecho explota.
Se pierden veinte minutos, el dueño del auto y su asistente
saben mucho de mates, pero están flojos en la práctica de cambio de ruedas.
Para llegar a tiempo hubo que acelerar, por suerte en esos lugares de Merlo las
cámaras no existen.
Llegamos unos minutos tarde, pero todavía los jugadores no estaban entrenando. En ese momento, unas estudiantes de periodismo están casi pegadas
al alambrado. Cámara en mano, filmando todo. Dos de los compañeros, solteros
ellos, se acercan a charlar, entre mates, bizcochitos y carcajadas se va la
mañana. Bilbao a mitad del entrenamiento saluda, hace una seña que nos hace
creer que la entrevista está por darse en breve.
Termina el entrenamiento, las chicas arman sus cosas y
entre carcajadas y besos se despiden de estos dos picaflores, que sin querer
queriendo, consiguen robar dos números telefónicos. La hazaña les hace perder
de vista el objetivo. Bilbao no aparece, los jugadores ya se fueron y el
entrenador “Funebrero” no está.
Comenzaron las discusiones y los reproches. Los ojos
recorren todo el predio, pero sólo se ve el verde del césped que reluce, algunos
conos y dos pelotas que quedaron rezagadas, pero del director técnico ni
noticias.
Ya no queda nadie en el predio. La angustia y la depresión
ya son moneda corriente. Todo es pesimismo, hasta que de la nada, a lo lejos se
ve venir a un flaco alto con el pelo mojado y ropa reluciente: “es Bilbao”
grita uno de los picaflores. El técnico se ríe, nos mirá y dice “¿Ustedes me
estaban esperando a mí? Pensé que la nota era para otro día y hoy habían venido para entrevistar a los jugadores. Tienen suerte
que no me quedé charlando más tiempo con los dirigentes adentro”.
Y esa última frase es la que queda en el aire: ¿tuvimos
suerte? Pinchamos goma pero nada grave nos pasó; llegamos tarde pero nadie se
dio cuenta; dos de nuestro equipo tienen compañía asegurada para el finde y
para colmo conseguimos la tan ansiada entrevista con el técnico de uno de los
mejores equipos del campeonato en la que recordó su paso como futbolista y
explicó su actualidad como entrenador. La verdad que sí, somos cuatro
periodistas con mucha suerte.
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